domingo, 2 de mayo de 2010

De retiros, anillos y grandeza...


Es un típico domingo de enero en Estados Unidos. En la Casa Blanca preparan el “State of the Union”, en medio país el frio hace de las suyas, y gran parte de los aficionados al deporte están pegados a los televisores de sus casas viendo los playoffs de la NFL. Wisconsin no escapa a esas características. De hecho, este año es especial. Estamos en 2007 y los Packers han tenido una temporada espectacular. Comandados por el eterno Brett Favre y su nueva arma favorita, Gregg Jennings, los aficionados en Lambeau Field esperan ver fuegos artificiales cuando reciban a los Giants en el Partido de Campeonato de la NFC.

Green Bay sabe lo que es sufrir decepciones en enero. Y saben lo que es sufrirlas con Favre en los controles. Pero, repito, este año es especial. El record de 13-3 en temporada regular, genera toda clase de buenos augurios. Además, enfrentan a unos Giants que llegan como comodines y cuyo rendimiento debería disminuir ante el helado Lambeau Field y la pareja Favre-Jennings. El Super Bowl parece estar más cerca que nunca para los fans de los Packers. Este parece ser el año…

Los Giants, llegaron a Lambeau Field como un equipo que no tenía nada que perder y como tal jugaron. El resultado apretado de todo el partido envía la definición a tiempo extra. Los Packers ganan la moneda piden el balón. El drive arranca en la yarda 26 de los Packers están a un gol de campo o un TD que los convierta en campeones de la NFC, los envié al Super Bowl y acabe, al menos por dos semanas, con años de frustraciones en playoffs. Brett Favre toma los controles y 2 jugadas después, un pase corto que buscaba a Donald Driver termina en las manos de Corey Webster de los Giants.

La intercepción de Webster a Favre se convirtió pocos minutos después en el gol de campo de Lawrence Tynes que convertía a los Giants en campeones de la NFC y le daba una nueva decepción a los Packers en enero.

Esa intercepción fue el último pase que Brett Favre lanzaría con el uniforme de los Green Bay Packers. Y debió ser el último que lanzara en su carrera… Era el 20 de enero de 2008.

Dos temporadas después (una con los Jets que termino en eliminación en temporada regular y otra con los Vikings que termino con una nueva derrota en el campeonato de la NFC), Favre seguramente regresara para una tercera temporada post-Packers, buscando ese segundo campeonato que aun no logro conseguir.

Esta columna está por escribirse desde que vi la rueda de prensa de Kurt Warner para anunciar su retiro. Esa rueda de prensa me cambio una de las premisas fundamentales respecto a este juego y respecto al deporte en general. No son los campeonatos los que hacen más grande a un jugador. Es la huella que deja ese atleta en su disciplina la que lo envía a la inmortalidad. La historia de Warner es un perfecto ejemplo de eso. La manera en que llego a la liga a los 26 años, después de no haber sido seleccionado en el draft y haber incluso trabajado en una tienda como vendedor, dan idea del talento y la perseverancia de Warner. Eso quedo refrendado con la manera en que comando a los Rams a ganar el Super Bowl XXXIV en 2000. En su primera temporada con San Luis, equipo en el que ni siquiera era titular al inicio de la campaña Warner lograba, por su propio talento, algo que muchos jugadores no lograron conseguir en carreras mucho mas largas y fructíferas.

¿Es Kurt Warner un Salón de la Fama? Para mí si lo es. Sus meritos como jugador están al mismo nivel de los mejores pasadores de su generación y su historia fuera del terreno de juego (padre de 6) le da ese toque de grandeza que todo inmortal necesita. Miembro, y parte fundamental de equipos ganadores en cada lugar al que fue, Warner es uno de los pasadores más prolíficos de la última década. Visto de esta manera ¿Qué diferencia haría un campeonato mas en la carrera de Brett Favre? La respuesta para mí es simple: ninguna.

Favre es el mejor pasador a nivel estadístico en la historia de la NFL. Líder en pases intentados, pases completos, yardas por pase y pases de TD, supera a leyendas como Marino y Elway. Incluso, supera por mucho al (para mi) mejor pasador de todos los tiempos: Joe Montana. Los meritos para la inmortalidad están completos desde hace mucho. Y, si bien es imposible que todo lo negativo que pueda ocurrir en estos años fuera de Green Bay influya en la imagen en general que deja a la historia del juego, también es cierto que lo que si puede hacer es dañar un imagen que, sin los campeonatos de Montana, Elway o Brady, sigue estando entre los más respetadas de la historia de la NFL.

“If you’re going to go out, go out on the top”. Esa frase de Warner en su conferencia de prensa de retiro grafica perfectamente lo que un atleta a pleno siente por el juego. Claro está, las diferencias en caracteres y en biografías personales influyen mucho en este asunto (por no mencionar lo imposible que resulta entender la psique de un atleta en edad de retiro). Brett Favre tardo más de una década en construir una de las hojas de servicio más impresionantes de la NFL y de la historia del deporte estadounidense en general. Seguramente, retirarse como el tipo con los grandes números pero solo con un anillo no debe ser fácil de asimilar.

Terminado el partido de campeonato de la NFC de 2008, Pam Oliver de la cadena Fox intento recoger impresiones de los aficionados a la salida de Lambeau Field. Oliver repitió a 3 fanáticos la pregunta sobre que creían que había salido mal ese día. El último de los fanáticos entrevistados, respondió tajante “¿You wanna know what happened? Favre happened… Again”. Tampoco debe ser muy bonito ser recordado así en la ciudad en que obtuvo todas sus glorias.

En Green Bay decidieron dar un paso hacia adelante luego de 2008. Lo dejaron ir y le dieron el equipo (en sentido metaforico) a Aaron Rodgers. Llego a los Jets y su temporada allí debe ser tan bien recordada como El Padrino III (habrá quienes la defiendan, pero, seguramente, todos quisiéramos borrarla del registro). Brad Childress decidió darle el equipo (y no es metafórico esto). Los Vikings, un equipo armado para ser campeón, se hacían con la pieza que les faltaba. Favre tuvo una temporada de leyenda, sus números y rendimientos recordaron su mejor versión. Aun teniendo que demostrar su verdadero valor en partidos grandes, lo que mostro en la temporada regular no acepta ningún tipo de discusión. Pero, cuando los grandes demuestran grandeza, Favre volvió a demostrar que sus números son su mejor carta de presentación, no sus rendimientos en esa clase de juegos.

Estoy seguro que aquel fanático que iracundo le declaro a Pam Oliver en enero de 2008, sonrió en algún lugar de Wisconsin cuando Tracy Porter (el mismo que intercepto a Manning en el Super Bowl) le puso las manos a aquel pase de Favre que termino con la temporada de los Vikings (y que genero esta genial columna de Joe Posnanski http://bit.ly/bDphKL).

También estoy seguro que a Brett Favre poco le importa si es recordado bien o mal en algún lugar de Estados Unidos o el mundo. Que sabe que sus mejores días ya pasaron (aunque la temporada 2009 diga otra cosa). Y que no se retirara hasta no obtener el anillo que aun cree necesitar para ser un inmortal (o hasta que alguien le ponga un golpe como el que Bobby McCray le puso a Kurt Warner).

La NFL aun no ha generado al primer pasador con grandse números y muchos títulos. Por eso, Montana puede mirarlos a todos por encima del hombro. Una temporada más de Favre no cambiara ese hecho. Tampoco su legado, o su lugar asegurado en Canton, Ohio. Lo que si puede cambiar es la imagen que deja en quienes lo vimos en su mejor época y lo vemos aun hoy.

Dudo que la grandeza esté relacionada con los títulos, o con el famoso cliché “saber retirarse a tiempo”. Si creo que la imagen que deja un atleta en su retiro es la más importante. No por su legado. Ese ya está escrito y más que trabajado. Sino por ese segundo de gloria que permite ver a un hombre en plenitud de condiciones diciendo adiós a la profesión que ama. Eso, también lo entendí gracias a Kurt Warner. Me habría gustado entenderlo gracias a Brett Lorenzo Favre.